Caminando

No hay mejor opción «o si la hay no le he conocido», para atacar el bloqueo literario que caminar. Con el verbo en infinitivo como el título de esta columna. Caminar o hacer alguna otra actividad física o de casa como lavar trastes; por poner un ejemplo. Traigo una historia en la mente que a veces no me deja dormir, pienso en ella, la llevo conmigo de un lado para el otro, pero no se anima a salir, algo le hace falta, el final no me convence, el arranque tampoco, no sé si la trama sea la correcta… en fin.

Salir a caminar ayuda a mover el cuerpo, ejercitarlo, pero también auxilia mucho a la mente, pensar en el adjetivo correcto, en el personaje ideal viendo a una persona que queremos traer a nuestra historia, escuchar una frase que, como ladrones, robamos para aderezar nuestro escrito o, simplemente, damos ese recorrido con la idea de hallar una situación que podamos dibujar con palabras; paseando, hallamos ese final que, nada más no encontramos.

Entonces no sólo ejercitamos el cuerpo, también la mente, el espíritu; nos movemos y con ello el alma se contenta, observamos más que vemos, y todo esto nutre nuestra escritura. Lo mismo pasa con ese texto rebelde que no quiere salir a conocer el mundo y que el mundo lo conozca a él, lo lea.

Cuando estamos en casa y, en el fregadero, hay una pila de trastes sucios en espera de un buen samaritano/a «que para esto no hay género que valga» que se apiade de ellos y los lave, también nos sirve para distraer la mente y que la historia aterrice. Entonces, nos ponemos manos a la obra y le damos al estropajo y al jabón y vamos repasando uno a uno los trastes donde momentos antes hicimos la comida y nos sirvieron para, vaya la redundancia, servirla y comerla. Mientras pasamos plato por plato, vaso por vaso, cubierto por cubierto, la historia se va apareciendo en flashazos en nuestra mente, la vamos repasando paulatinamente hasta que llegamos a esa parte incómoda o que no se deja escribir, entonces, como por arte de magia, la historia fluye y mientras enjuagamos, acomodamos o damos pasos, al parecer sin ton ni son, la historia encuentra lugar en nuestra cabeza, en nuestra mente, y volvemos a repasarla para que nada se nos olvide.

Y aquí recomiendo dos cosas, escribirla inmediatamente o grabarla, porque la musa, además de tener momentos extraños para aparecer, es celosa; puede que estemos a punto de meternos a bañar, entonces nos desnudamos, abrimos el grifo y así como cae el agua, las primeras gotas, así pueden venir con la historia rebelde, esa que no quiere salir, pero ahí sale, de pronto y estamos desnudos, indefensos; entonces hay que correr a escribir los primeros renglones o las palabras clave, porque, después, por más que busquemos en el almacén de nuestra memoria, esa historia jamás regresará, así de extraña es, pero decía que también es celosa y por eso hay que tenderla, cuidarla, mimarla, escribirla, darle cariñitos, arrumacos, besos y demás…

Ayer salí a caminar para ir a dar mi taller literario de los lunes. De la casa a la librería, son tres kilómetros y medio de ida y otros de regreso, ajusto unos 6 mil pasos en unos cuarenta minutos, dependiendo de la velocidad que lleve… La historia no salía y salió cuando vi a un perrito que me siguió por varias cuadras, acompañó mi viaje como pudo haber acompañado el viaje de cualquiera. Me pregunto si, caminando, habrá surgido esa novela maravillosa de José Saramago El viaje del elefante, cuántas historias habrán surgido porque una persona se dispuso a dar unos pasos y mató a dos pájaros de un tiro, alimento su espíritu, le dio rienda suelta a su imaginación, ejercitó su cuerpo, observó antes de ver, analizó y trazó una ruta o divagó por ella, escuchó música o se fue, simple y sencillamente disfrutando del paisaje y sus múltiples opciones o se puso a fregar los trastes de la casa, barrer o trapear también dan opciones para escribir…

Las historias rebeldes tienen una causa y tenemos que ser el motor de esa causa, buscarlas para poder dejarlas plasmadas, al final de todo, lo único que va a quedar de nosotros será la obra y la obra tendrá que defenderse por sí sola…

~ En Palabras Llanes / Alberto Llanes